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GPT-3, la Inteligencia Artificial que escribe relatos

Recientemente pude acceder a probar el modelo GPT-3 desarrollado por openai. Se trata de un modelo de lenguaje autorregresivo que usa Deep Learning para generar texto coherente y contextualizado similar al que podría producir un humano. Sus siglas en inglés significan Generative Pre-trained Transformer 3. El modelo ha sido entrenado con diversas fuentes de información disponibles en Internet con una capacidad de 175.000 millones de parámetros de aprendizaje. Se publicó en mayo de 2020 y desde entonces ha generado una gran expectación.

Haciendo algunas pruebas preliminares, resulta fascinante ver cómo es capaz de generar texto a partir de las entradas que se le proporcionan. Es verdad que no siempre obtiene resultados precisos, sobre todo en diálogos prolongados, pero no deja indiferente la fluidez y la «creatividad» con la que genera el texto. Yo me quedé impresionado.

He intentado comprobar la capacidad que tiene el modelo en generar relatos cortos de ficción. Lo primero que hay tener en cuenta es no generar textos demasiado largos para que no empieza a divagar. Además es importante hacer un ajuste equilibrado entre creatividad y conservación del contexto. Si fuerzas demasiado la creatividad, puedes observar cómo pasados algunas párrafos, el texto generado pierde coherencia con respecto a lo escrito en precedencia. En cambio, si fijas valores demasiado rígidos con los que respetar el contexto, a veces se repite demasiado.

La siguiente historia ha sido escrita de forma autónoma por el modelo GPT-3 partiendo de la siguiente frase: «Nuestra historia empezó en Sierra Nevada

A partir de ahí el modelo empieza a escribir el relato que os dejo a continuación sin editar. Por cierto, no tengo ni idea de lo que es «la Jamaspiña». Si alguien se entera por favor comentar, 🙂

Historia generada por GPT-3 sin editar

Nuestra historia empezó en Sierra Nevada. Desde Granada se veía la nieve imponente intermitentemente iluminada por los rayos del Sol. Había que escaparse de la Jamaspiña y los hollín de la Santa Fe foráneos, extirpar con urgencia el agujero negro en donde caíamos sin cesar y ponerse bien al sol de Sierra Nevada.Nada más estar en el pueblo trabajando nos dio por ir a las montañas. Había empezado el invierno. En los primeros días de enero ya había tres paladas de nieve. Lo vieron como una buena opción para disfrutar de las montañas del interior, además de tener dos días francos y poderse llevar el coche hacia allá. Cuatro coches emprendieron la marcha en dirección al pueblo de Pampaneira, a la altura de Granada.Una vez llegados, ya que no era posible que todos pudieran aparcar por la nieve, los sufragistas fueron a buscar un camino alternativo al que tomaran los demás. Montaron las bicis en la parte trasera, tan contentos, pensando que nos divertiríamos un montón. Las tres horas y media de viaje sonaba bien hasta que con la primera carga de nieve a cuestas se desató el problema.Para los amantes de las rutas deportivas de alta dificultad, así como para corredores profesionales, no deja de ser un problema de índole práctica. La situación era que llevaban un buen coche para dos personas. En aquel momento se lesionaron mis pequeñas neuronas. Yo es que soy incapaz de pensar mientras manejo. Ni siquiera puedo mirar hacia el radio y, por tanto, no tengo manos libres para escribir. La idea es que si mi cabeza no pensaba ya, mis rodillas tampoco. Sin embargo, a pesar de todo lo así evidente, me mandé una pregunta del carajo: – ¿Cómo hacemos para llevar a cuatro personas en este coche?A pesar de buscar entre cientos de posibilidades nos quedó la opción más sencilla: nos cogeríamos de las faldas de los sacos de dormir. Sin apenas darse cuenta, comenzaron a soltar faldas y nos cogimos a dos de ellas, con lo que quedaba una que estaba por el suelo, sobre la nieve. ¿Y si hiciera el amor con un saco de dormir? – ¡Coño! ¿Uh? ¿Cómo qué pasa? Para cualquier enfermo mental, el cara a cara con lo que se ve en la foto seguiría siendo un motivo más para pedir su ingreso inmediato.De ese modo salimos del pueblo y nos dirigimos rumbo a la Sierra Nevada. La nieve estaba nevando con mucha fuerza y además teníamos que hacer piloto automático porque había bastante hielo en la carretera. Bajar puntito de velocidad nos quedaba mal, así que en los momentos en que no había manera de avanzar más teníamos que frenar. Con la nieve caída parecía que el cielo cubre la Sierra Nevada con un gran cojín blanco y, estando ya muy cerca, llegamos a una altura en la que empezaron a verse las sierras nevadas y ese paisaje se agradece enormemente. Esas sierras te hacen pensar si es verdad lo que dicen de los árabes. No sé por qué, pero pensé que si tenían un poquito de influencia en alguna patochada del mundo le habría tocado a la nieve su turno.Así empieza otro sueño a seis manos. Al poco de iniciar el descenso nos detuvimos porque cambiamos entre mi hermana y yo los sitios porque se comunicó que, desde el asiento de atrás, podía pilotear bicicleta por la Sierra Nevada con bastante eficacia. A mitad del trayecto nos dimos cuenta de que la gente estaba un poco más rellena de lo normal pero los encontramos divertidísimos. Se nos había quedado lo mismo el primer refugio por el que pasamos, a pesar de que acabábamos de entrar en la Sierra Nevada con la nieve recién cayendo y llevábamos dos sacos de dormir para cuatro personas. ¿Para qué vamos a opinar si nos dan comida gratis?



No perdáis de vista que este texto lo ha generado una máquina a partir de una simple frase. Como podéis ver, aunque puede ser una buena base para escribir una historia, le faltan los retoques y el ajuste que por ahora solo un humano puede hacer. Por lo que no os preocupéis, Skynet queda todavía un poco lejos.

Os dejo ahora como quedaría la historia modificando algunas cosillas.


Historia generada por GPT-3 con algún retoque

Nuestra historia empezó en Sierra Nevada. Desde Granada se veía la nieve imponente intermitentemente iluminada por los rayos del Sol. Había que escaparse de Santa Fe, extirpar con urgencia el agujero negro en donde caíamos sin cesar y salir libres al sol de Sierra Nevada. Desde los primeros días que llegamos al pueblo a trabajar nos dio por ir a las montañas. Había empezado el invierno. En los primeros días de enero en algunos lugares ya había tres metros de nieve. Lo vimos como una buena opción para disfrutar de la naturaleza y cada vez que conseguíamos un par de días libres nos montábamos en el coche para salir a la montaña. En esta ocasión cuatro coches emprendieron la marcha en dirección al pueblo de Pampaneira, en las Alpujarras granadinas. Cuando llegamos, no era posible que todos los coches pudieran aparcar por la nieve, así que fuimos a buscar por otro camino alternativo al que tomaran los demás.

El resto, que si consiguió aparcar, estaban tan contentos, pensando que nos divertiríamos un montón. Las tres horas y media de viaje sonaban bien hasta que arreció el temporal de nieve y se desató el problema. Para los amantes de las rutas deportivas de alta dificultad, así como para corredores profesionales, no deja de ser un problema solo de índole práctica. La situación era que llevábamos un buen coche apto para circular por la nieve solo para dos personas. En aquel momento se lesionaron mis pequeñas neuronas. Yo es que soy incapaz de pensar mientras conduzco. Sin embargo, a pesar de la situación evidente en la que nos encontrábamos, me hice en voz alta la pregunta del carajo: – ¿Cómo hacemos para llevar a cuatro personas en este coche? A pesar de buscar entre cientos de posibilidades nos quedó la opción más sencilla: descenderíamos por la ladera nevada agarrados a los sacos de dormir. Sin apenas darnos cuenta, estábamos los dos deslizándonos a toda velocidad por la pendiente. El saco quedaría destrozado. Y yo que me lo había traído para poder hacer el amor con intimidad. – ¡Coño! ¿Uh? ¿Cómo? Para cualquier enfermo mental, la imagen que se proyectaba en mi mente como si de una foto real se tratara, seguiría siendo un motivo más para pedir su ingreso inmediato.

De ese modo tan expeditivo salimos de la montaña nevada y nos dirigimos rumbo al pueblo. La nieve caía con mucha fuerza y además teníamos que conducir muy despacio porque había bastante hielo en la carretera. Bajar un puntito de velocidad no era una opción, teníamos unas ganas locas de llegar a la casa rural.   Hasta que hubo un momento en el que no había manera de avanzar más y tuvimos que parar. Con la nieve caída parecía que el cielo cubre Sierra Nevada con un gran cojín blanco y, estando ya muy cerca de la casa rural, llegamos a una altura en la que empezaron a verse todos los picos nevados y ese paisaje se agradece enormemente. Esas sierras te hacen pensar si es verdad lo que dicen de los árabes. No sé por qué, pero pensé que si tenían un poquito de influencia en alguna patochada del mundo le habría tocado a la nieve su turno. Así empieza otro sueño sin sentido. Al poco de iniciar de nuevo el descenso nos detuvimos para intercambiarnos los sitios.


El siguiente reto es descubrir que usos reales podría tener y en que escenarios se podría crear un producto o servicio que incorpore estas capacidades cognitivas. Esta tecnología no encierra ningún peligro, pero sí que se tiene que aplicar con criterios éticos y siempre en favor de las personas. Seguiremos atentos a la evolución de este espectacular modelo de Deep Learning.

Una inteligencia artificial de «verdad»

¿Cómo sería un sistema nervioso artificial? Normalmente pensamos en desarrollar una inteligencia artificial, igual a la inteligencia que podemos exhibir los seres humanos, es decir, contenida en algún objeto antropomorfo, donde todos los elementos están presentes en un mismo cuerpo. Nosotros, por ejemplo, tenemos un cerebro que se encarga de tomar decisiones y analizar la información que le proporcionan nuestros sentidos. Actuamos en nuestro entorno a través de nuestro sistema motor y utilizamos la voz para relacionarnos con otras personas.

Sistema nervioso artificial

Una inteligencia artificial que contenga todos estos elementos integrados en un solo objeto y que no tenga conexión con ningún sistema exterior de apoyo es, por ahora, ciencia ficción. Lo que sí podría ser más fácil de conseguir, es lo que podríamos llamar un sistema de IA globalizado. Este ente sería la agregación de multitud de sistemas repartidos por todo el planeta donde la capacidad de computación equivalente al sistema nervioso central estaría en grandes servidores que consumen además una gran energía. Cómo sentidos podríamos hablar de cualquier dispositivo IoT o interfaz con el mundo físico que permita la captura de información.

Internet actuaría como los nervios que conectan los sentidos con la capacidad cognitiva. Sería el vertebrador de esa IA global.

Ya disponemos de algunos servicios y aplicaciones que actúan de forma similar, como por ejemplo los servicios cognitivos de Microsoft, la plataforma de IBM o algunas de las aplicaciones de Google. Podemos analizar una imagen, un texto o la voz para extraer información y tomar alguna decisión de clasificación o de actuación.

De forma aislada hemos conseguido empaquetar muchas funciones cognitivas que en actividades puntuales mejoran con creces la eficiencia que podemos adquirir las personas. Aplicando fuerza bruta y los redescubiertos algoritmos de aprendizaje automático somos capaces de clasificar imágenes con un nivel de precisión impensable para un humano. Podemos analizar la voz y transcribirla a texto para después traducir el texto a otro idioma y somos capaces de generar una cantidad de información difícil de imaginar.

Sin embargo un niño de 3 años ve unas cuantas imágenes de un gato y es capaz de reconocer en poco tiempo y sin costosos procesos de entrenamiento cualquier otro gato y quizás hasta dibujar alguno. En cambio, una máquina necesita ser entrenado con miles o millones de imágenes para conseguir el mismo resultado. Obviamente una vez superada está fase de entrenamiento la máquina podrá clasificar mucho más rápido y mejor cualquier imagen. El símil sería como si un humano antes de reconocer un objeto tuviera que ser enseñado visualizando millones de imágenes. ¿Qué mecanismos entran en juego en el cerebro de un niño para poder aprender tanto en tan poco tiempo? Parece que la estrategia pasa por sacrificar precisión y rapidez por flexibilidad y adaptación.

Las últimas grandes fronteras del conocimiento que nos quedan por explorar son a nivel macroscópico, el cosmos y su origen y a nivel infinitesimal el mundo de la física cuántica y la descripción de la materia y la energía con las que se construye el mundo en el que vivimos. Resulta paradójico que el conocimiento de algo tan íntimo y ligado a nosotros como es nuestro cerebro, albergue todavía tantas lagunas de conocimiento. Posiblemente derivado del conocimiento de nuestro cerebro se descubra algún nuevo enfoque o heurística para llegar a recrear un estado de consciencia artificial o llegar a producir hilos discursivos de pensamiento. Hasta ahora almacenamos y procesamos información haciendo un uso de recursos brutal en comparación con lo que hace nuestro cerebro con unos pocos gramos de materia gris y usando solo la energía que somos capaces de extraer de los alimentos que ingerimos.

Los próximos avances tendrán que venir como consecuencia de la inversión en investigación fundacional sobre el funcionamiento de nuestro cerebro, con la que poder, una vez más, emular a la naturaleza. Esperamos ansiosos a ver cuál será el siguiente gran salto en nuestro camino de descubrimiento y en nuestro voraz apetito por conocer.

Hace ya algunos años, en la Universidad de Granada pude aprender sobre los algoritmos genéticos, una técnica algorítmica inspirada en las leyes de la evolución y que reproduce el mecanismo genético para resolver problemas de optimización y búsqueda en espacios de soluciones que por su complejidad no son calculables por otras soluciones algorítmicas.

Imaginemos ahora un sinfín de capacidades cognitivas aplicadas a contextos muy limitados . En esta situación, ¿qué es lo que determina el éxito o la bondad de las respuestas o soluciones de cada una de esas capacidades? Actualmente ese criterio se obtiene de forma externa a la propia capacidad cognitiva a través de la voluntad del programador que la ha implementado. No hay voluntad, criterio o digámoslo de otro modo, conciencia o motor vital para actuar o dirigir acción alguna.

¿Podríamos llegar a aplicar el mecanismo de la evolución usando las mismas técnicas usadas en los algoritmos genéticos? Para ello tendríamos que comprender que función objetivo gobierna la propia evolución de la vida. En problemas sencillos es fácil buscar la formulación matemática para calcular como de bueno es el código genético que representa cada solución. Pero si tratamos de explicar si existe algún patrón que explique la aparición de la vida, solo llegamos a justificaciones probabilísticas en las que no llegamos a comprender o a tener evidencias de si existe alguna propiedad o ley universal que facilite la formación de vida.

Si vamos un poco más atrás, ¿qué es exactamente la vida? En la definición que nos dieron en la escuela, es todo aquello que nace, crece, se reproduce y muere. Con esa definición, ¿no están acaso las ideas vivas? Con el pensamiento clásico diríamos, que no pueden ser vida, puesto que para poder vivir, las ideas, necesitan de otros organismos para poder vivir y reproducirse, y eso se acerca más a la definición de parásito o virus.

Darwin estableció que la función objetivo de la vida y por lo tanto su motor dinamizador, no es más que la capacidad de perdurar en el tiempo. A eso lo conocemos como las leyes de la evolución.

Si queremos hablar de vida artificial y no solo de meros artificios o herramientas creadas por  el hombre, tendríamos que dotar a esa vida artificial de libertad y la capacidad de implementar la función objetivo equivalente a las leyes de la evolución. En cambio las leyes de la robótica de Isaac Asimov hacen justo lo contrario, limitan esa libertad subyugándola a los intereses de los humanos. Esto nos lleva a decir que con este enfoque lo que estamos haciendo es limitando la capacidad de que surja una verdadera vida artificial. Quizás sea lo más sensato para todos que siga siendo así.